22 mayo 2017
El plan imperial de azuzar a los sectores más fascistas de la
oposición venezolana para convertir las calles de Caracas y otros puntos
del país en lo que fueron los inicios de la gran invasión terrorista en
Siria, sigue funcionando a todo vapor. Día a día, a todas las
iniciativas de guerra descargadas sobre Venezuela Bolivariana (la
económica y la mediática como señal más distintiva de la embestida
derechista) se suma una violencia ciega, desalmada, repulsiva, que
parece ser la matriz que amenaza imponerse entre esa mezcla de hordas
juveniles de lúmpenes en que se han convertido Voluntad Popular y otros
grupos acicateados por Leopoldo López y Capriles Radonski.
La tremenda escena de un joven manifestante quemado vivo, acuchillado,
golpeado con saña. Incluso cuando después que el fuego arrasara sus
ropas y su cuerpo fuera destruido casi en un 80 por ciento, no faltaron
energúmenos que lo seguían azotando impidiéndole llegar hasta un sitio
donde pudiera ser auxiliado. Esto no es oposición y mucho menos pacífica
como siguen sosteniendo el secretario de la OEA, Luis Almagro y buena
parte de los presidentes obsecuentes de Washington, con Mauricio Macri ,
Horacio Cartes y Pedro Pablo Kuscinsky a la cabeza (Temer está ahora
más preocupado en no ir preso por corrupto) sino que esto es lisa y
llanamente la cara más brutal de lo que siempre auspicia el imperialismo
en cada uno de los territorios que intenta destruir para luego
adueñarse de ellos. El Medio Oriente es la mejor matriz para darnos
cuenta de ellos. Practican fascismo puro, de un estilo muy parecido al
que el ISIS ha venido desarrollando en Iraq, Libia y Siria, donde a una
atrocidad se le impone otra.
Es probable que esta escalada violentista continue, ya que la permanente entrada de paramilitares colombianos no se detiene y tanto el presidente Juan Manuel Santos como Alvaro Uribe Vélez están unidos en la cruzada anti chavista. No es casualidad la involución producida con el aval del gobierno y la justicia colombiana del proceso de paz, tampoco asombran los consejos dados a Santos por senadores republicanos y por el propio Donald Trump para que desde Bogotá se generen las condiciones para una eventual ofensiva final contra el gobierno de Nicolás Maduro. Todo coincide en generar un clima donde no se tengan en cuenta ninguna de las propuestas de diálogo realizadas por Maduro, incluida la de la Asamblea Constituyente, que tanto reclamaba en su momento el arco opositor. Lo que se busca, igual que en Siria contra Bachar Al-Assad, es el derrocamiento, la humillación, y la posterior destrucción de todos los avances logradas durante estos 18 años de chavismo.
Frente a esta situación compleja, resulta asombroso y meritorio
comprobar como a pesar de todo, el gobierno sigue ejerciendo su poder
para mantener las conquistas sociales, sacando adelante las Misiones en
sus mas variados aspectos, desde la Salud hasta las de Educación,
terminado de construir 1.600.000 viviendas y entregándoselas a quienes
más las necesitan. Por su parte, los Comités Locales de Abastecimiento y
Producción (CLAP) siguen generando la posibilidad de que los sectores
más humildes accedan a productos alimenticios o medicamentos que les
niega la especulación criminal.
Toda esta gobernabilidad social y de características revolucionarias,
atendiendo a como están las cosas en otros países ganados por el
neoliberalismo, son la razón fundamental del continuo apoyo que el
chavismo de abajo le sigue otorgando a Maduro. El otro elemento que la
oposición no ha podido quebrar es la lealtad de las Fuerzas Armadas, y
la conjunción de ambos bloques solidifican el búnker donde hasta ahora
se han estrellado todos los intentos golpistas. Es importante que
quienes gobiernan no pierdan esto de vista, ya que es precisamente desde
los barrios y enclaves militantes del chavismo que se exige que la
actual situación se enfrente con más radicalidad, no cediendo un ápice a
las provocaciones derechistas pero tampoco a los cantos de sirena
social demócratas que apuestan a un chavismo contrario a los que siempre
impulsó su gestor, el Comandante Hugo Chávez.
Tampoco hay que descartar que en algún momento de esta ofensiva
reaccionaria, quienes dirigen el plan operacional contrainsurgente no se
conformen con las algaradas de la violencia fascista y decidan pasar a
una etapa superior, invadiendo el país desde Colombia u otras
plataformas similares. Y que lo hagan, tercerizando la intervención
directa, como hizo la OTAN en Medio Oriente a partir de equipar y llenar
de dólares las mochilas de los terroristas. Para ello, en la versión
caribeña de este plan injerencista, intentarían apelar al concurso de
los paramilitares buscando la luz verde del gobierno santista y el
uribismo. Es para esa etapa, que más allá de la respuesta que le
ofrezcan pueblo y ejército chavista, se hará imprescindible la
solidaridad internacionalista en todas sus variantes.
Ante esta posibilidad, quienes se reivindiquen bolivarianos, chavistas y
antiimperialistas en todo el continente deberían estar preparados para
estar a la altura de las circunstancias de lo que Venezuela precise.
Sobre todo, sabiendo lo que ha sido y son a nivel cooperación
desinteresada el pueblo y el gobierno venezolano, partiendo de las veces
que la Revolución Bolivariana ha acudido en apoyo a otros pueblos que
sufrían necesidades o eran chantajeados por no someterse al Imperio.
Es por ello, que analizando autocríticamente lo hecho hasta el presente,
se debe fijar -como ya lo han hecho los Movimientos hacia el ALBA- la
prioridad del accionar en sostener el proceso encabezado por Maduro, a
la vez multiplicar la presencia en las calles cada vez que se convoque a
apoyar a Venezuela y repudiar a los fascistas que la atacan. Es
indispensable también denunciar lo que allí ocurre, desmentir con
información veraz lo que los medios hegemónicos de cada uno de los
países se encargan de tergiversar, y por último estar en permanente
alerta para evitar que esa guerra imperialista confunda y aliene a
quienes se dicen de “izquierda” y terminan derrapando por derecha a la
hora de hablar de Venezuela. Nadie, absolutamente nadie que se reclame
del campo popular puede ignorar que si cayera el gobierno chavista la
oleada de terror y revanchismo no solo golpearía al pueblo venezolano
sino que se podría extender a todos los países donde el Imperio tiene
discípulos y teje complicidades con EE.UU.
La suerte de la Patria Grande se juega en esta pulseada entre quienes
apuestan a la defensa de la democracia participativa revolucionaria y
aquellos que mediante el terror tratan de implantar el fascismo y
entregarle el país a las corporaciones trasnacionales.
La izquierda mundial en todos sus matices no le puede fallar al pueblo bolivariano y a sus ansias de paz.